lunes, 5 de enero de 2009

Incontinencia emocional

Estas vacaciones (para no perder la costumbre) no salí de la ciudad. Por alguna extraña razón disfruto del DF cuando está vacío, pero sobre todo, cuando no tengo que ir a trabajar. No tanto por el factor flojera, sino por el descanso mental que representa no tener en el radar el levantarme temprano para ir a la chamba. Esto me hace experimentar la misma sensación que tienen los perros cuando les sueltan la correa. No es lo mismo contar con una hora de comida y atragantarse para llegara tiempo a la chamba, que tener toda la tarde para caminar, hacer window shopin', e invitarme a mi misma a comer con calma en alguna cafetería y leer la novela gráfica que me prestó mi novio y me tiene picada.

Un día de la semana pasada me disponía hacer mi itinerario ya mencionado, así que me dirigí a un centro comercial equis ubicado en Polanco. Estacioné el coche en chinga y caminé hacia las escaleras eléctricas. Jamás pensé que me toparía con el siguiente escenario. A lado de las escaleras, recargado en los barandales, estaba un viejito como de ochenta años, (el paradigma del anciano) boina, saco café y bastón. El señor lloraba con mucho sentimiento, y secaba sus lágrimas con un pañuelito de tela. La gente lo veía fijamente mientras lo rebasaban, pero nadie se acercaba a preguntarte qué le ocurría. A mí me valió madres el respeto y discreción y sí le pregunté:

"¿Está usted bien, señor?"

El hombre me miró con sus ojos azules y apagados y me dijo: "Sí, gracias señorita."

"Mire, voy a estar comiendo aquí en el restaurante, si necesita ayuda o hablar con alguien, no dude en buscarme." - insistí tratando de ser prudente.

"Gracias."- contestó y me retiré.


El señor no me buscó. Pero no me pude borrar la experiencia de haberlo visto llorar... ¿Qué pedo? ¿Por qué lloraba así, valiéndole madre que lo vieran? y sobre todo ¿por qué me afectó a ese nivel? Recordé que hace mucho tiempo también lloré así en algún centro comercial, porque algún tipo me había roto el corazón, después de llorar dos minutos me levanté y me di ánimos pensando que aún tenía la vida por delante y muchos proyectos en el futuro y que las mentiras y traiciones de un sujeto no me iban a detener... ¿Pero cuál es tu consuelo cuando ya eres viejo y tienes más pasado que futuro ? Por más que le daba vueltas, sólo llegaba a un pensamiento claro: La vejez es ingrata. Punto.

Si tuviste hijos, y esos hijos te dan nietos, nada te asegura que te van a tomar en cuenta para sus festejos navideños y posiblemente te quedes llorando pensando que si no hubieras tenido hijos, sería más fácil aceptar la soledad; pero también está la otra cara de la moneda y haber decidió no tener prole y entonces viene la posibilidad de llorar pensando que ahora estarías acompañado si hubieras tenido hijos.


Tal vez me equivoque y seguramente muchos viejos me dirán que para ellos la vejez no ha sido ingrata, pero no estoy tratando de definir un estudio sobre la vejez, ni mucho menos descubrir el hilo negro del tema, sino intentar comprender porqué me afectó el ver a un señor grande llorando. Posiblemente se deba a estereotipos absurdos y baratos, de que si una chava joven está llorando en público, inmediatamente pensamos que fue culpa de un cabrón, o si nos toca observar a un niño pequeño que llora, la resolución inmediata es asumir que se perdió o que lo regañaron, y si un viejito llora, automáticamente deducimos que se debe a su soledad, que está abandonado, y sus hijos no lo pelan. Sin embargo, a pesar de entender que todo este malestar se debía a estereotipos y prototipos introyectados, no pude deshacerme de ese sentimiento fácilmente.


"¿Por qué lloraba?'' No podía dejar de preguntarme a mi misma.


Un hombre viejo, con boina, saco café, bastón y pañuelo de tela, y que lloraba sin contenerse, fue la imagen que me recibió al entrar al centro comercial, en el cual tenía planeado hacer window shopin', y leer la novela gráfica que me tiene picada en lo que transcurría la tarde, y mi plan se convirtió en mortificarme por aquél señor. Pedí una copa del vino de la casa y hojeaba la novela sin concentrarme en los dibujos ni en los diálogos. Llegué a preguntarme:



  • ¿Dónde quedó el derecho a llorar?

  • ¿Por qué nos cimbra ver a alguien que lo hace?

  • ¿Por qué mirar a un ser que llora en público, con el mismo asombro con el que verías a alguien que se orina en la calle?

  • ¿Acaso la incontinencia emocional también está tachada por la sociedad lo mismo que la incontinencia física?

  • ¿Por qué carg....


¡TANTI AUGURI A TE... TANTI AUGURI A TE!


(Unos meseros interrumpieron la línea de mi pensamiento mientras festejaban a una niña su cumple. Pinche sustote que me sacaron).



Retomando la metáfora de la incontinencia emocional, preferí respetar el llanto del señor que- no- sé- quien- chingados- sea, como si se tratara de un niño que no aguantó las ganas y se hizo pipí, no lo vas a estar jodiendo que si es un bebé, que porqué no se aguantó, acaso sus padres no le prestan la atención suficiente... No. No voy a profanar la sensibilidad de un extraño. Así que finalmente pude disfrutar de mi copa de vino rancio de la casa, aunque no pude evitar pensar si alguna vez alguien que me haya visto llorar en público, me dedicó una tarde y se preguntó: ¿Por qué lloraba aquélla?




3 comentarios:

Anónimo dijo...

Antes que otra cosa debo decir que reí mucho (en algunas partes) con tus escritos... mira que lo leí completito y de un tirón (como suelen decir).
Podría hacer comentarios de cada uno de tus escritos pero supongo que el que hoy corresponde es el del señor de edad que lloraba en el centro comercial.
Tampoco pretendo hacer un ensayo sobre la vejez y mucho menos entrar en discusiones bizantinas. Pero debo confesar que me recordó un poco a mi. No suelo dar dinero en la calle y mucho menos a los niños. Pero si lo hago con la gente mayor. Mi razonamiento primario es no pueden conseguir trabajo aunque quisieran hacerlo. Ya nadie los quiere porque "ya no sirven (espero explicarme)" y asumo que están por demás solos y con una grande necesidad que se lanzan a la calle a mendigar o vender chicles en una caja para ganar... $100 pesos al día??

En fin, supongo que la escena de un señor mayor llorando de la manera en que describes nos impacta tanto porque: 1)Como bien dices nuestro dolor no puede jamás ir más allá o ser más grande de la verguenza pública. Tenemos que guardar las mínimas reglas de urbanidad y contener la tristeza en público... y 2) Creo que nos impacta muy en el fondo saber que vamos a morir, que no tenemos tiempo y que como dice Laureano Brizuela en una canción, "no hay mañana en ayer que se va..." lo cual demuestra (de paso) que todo el mundo tiene sus destellos de sabiduría (hasta el ángel del rock jaja).
El ser de pronto "consciente" que somos finitos me parece que impacta al espíritu y la forma en como terminarán nuestros días impacta nuestra razón y sentimientos. Supongo que es un poco el atisbo de la posibilidad de tener un final similar al de aquél señor. Como yo tal vez al dar dinero personas de edad avanzada redimiéndome a futuro... quizá pensando sin pensar que si llego viejo con nada en los bolsillos ni prole en quien refugiarse, que al menos a alguien sí le importe...

O tal vez Maruchi no te impactó su inefable tristeza... tal vez sea que lo que verdaderamente te impactó fue que habiendo una persona en dolor, nadie hizo nada...

stevefury90 dijo...

El Dave Marroquí me recomendó el blog y me ha gustado.

Lenny The Valk dijo...

Vámonos por partes:
El señor Author recomienda su trabajo ¡Yey! Ya mencionado eso, hablemos de este post.
Disculpa mi mente puerca pero podrías desambiguar mis pedos mentales por fas? :D Verás, al final del primer párrafo dices que tu novio y que te tiene bien picada. Una de dos, o el wey no se da abasto o la historia del librito ha de estar requete bien güena!
Saludos y sigue con el buen trabajo. :)