viernes, 5 de diciembre de 2008

Compartir elevadores con desconocidos

Ahora sí se pasó de lanza el elevador del edificio.

Se supone que trabajamos en un edificio inteligente que cuenta con una gran tecnología. Todo al servicio del hombre... ¿Pero qué pasa si a toda esta tecnología le agregamos el factor humano? Vale pa' pura madre. El que diseñó el edificio no contaba con la cultura naca del 90% de los ciudadanos de este país. No es por sonar malinchista (porque tal vez sí lo sea), pero he considerado a México el triángulo de las Bermudas de la tecnología. Todo lo que represente un avance civilizado, naufraga por estos mares.

Como bien lo menciono en mi descripción de perfil... ¡me zurra compartir el elevador con desconocidos! pero me zurra más, que huevones detengan el elevador para subir o bajar un solo piso, cuando bien podrían utilizar las escaleras. Son unos cara- dura. Les vale gorro si te les quedas viendo con ojos penetrantes y llameantes. En una ocasión me vi forzada a hacer un comentario educado: "¡No tienes madre!" a una tipa que detuvo el curso del elevador para subir un piso. Pero hoy.... sí fue una pasada de chile. Yo trabajo en el piso 34, y aunque los elevadores que siempre abordo están reservados para los pisos del 19 al 36 más el piso 9, invariablemente me chuto paradas innecesarias cada vez que bajo a PB. En esta ocasión moría de hambre y sabía que sólo un pastel de zanahoria del Starbucks me haría el paro. Así que me dirigí al pasillo, piqué el botón de flechita pa'bajo y esperé un putamadral de tiempo para que las puertas del elevador hicieran "cling". Una vez que las puertas del elevador hicieron "cling", piqué el botón de PB.

Mi travesía fue la siguiente:

  • Dos pendejos hacen la parada en el piso 32. Uno de los pendejos se bajó en el 31.
  • Una pendeja de nalgas aguadas picó el 30 para ir al 29.
  • Otra pinche vieja bofa picó el 25 para ir al 24.
  • Una vieja aguada y flácida picó el 23 para ir al 22.
  • Un pendejo detuvo el elevador en el piso 21 para ir al 19.
  • Finalmente uno de los pendejos del 32 picó el piso 9.

Después de producir una cantidad colosal de bilis como para pulir plata, llegué a PB.


¡Fue una mamada!

Ya una vez con mi café y pastelito en mano, me dirigí hacia los odiados elevadores. Dos segundos antes de que se abrieran sus puertas, el pasillo estaba libre, tan vacío que se escuchaban los grillos, podía oírse el mar. Al momento que hizo "cling," veinte cabrones aparecieron de la nada para meterse en el elevador (Y yo que pensé que esto sólo le pasaba al Pato Lucas).

Mi travesía de regreso fue la siguiente:
  • Una bola de obesos picaron el piso 9.
  • Unas ñoras picaron el piso 19
  • El resto pico el piso 32.
  • Yo piqué el 34. (en estos momentos pensaba que mi travesía sería tranquila)
  • Una vieja hizo parada en e l 20 para ir al 21.
  • Del piso 21 se subieron cuatro que le picaron al 23.
  • En el 24 dos tipejas se subieron para ir al 25.
  • En el 30 para ir al 31.
  • “Sólo queda el piso 32 que picó el resto" pensé.
  • Ni madres. En el 33 hicieron parada para ir al 36.
  • Llegué a mi oficina sin aliento.


¿De qué sirve tener la más alta tecnología trabajando para nosotros, si la mayoría de los usuarios se la va a mamar? Aunque las máquinas estén diseñadas para funcionar a niveles de perfección inimaginables para la habilidad humana, es esta misma humanidad la que hará que los aparatos modernos sean inexactos, obsoletos e ineficientes.

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