lunes, 5 de octubre de 2009

Aquellas pequeñas cosas

Las cosas pequeñas tienen escrito en el alma ese gran letrero de "cuidado: frágil". Cuando estoy cargando a un bebe parece que llevo en las manos un explosivo de alto riesgo y que debe ser manejado con toda la precaución. No sé por qué, pero siempre me ha dado miedo cargar bebes. Miedo a que se me resbalen y los mate. Y es que los bebes entran en esa categoría de cosas chiquitas que exigen el cuidado de todos quienes componen su universo.

Mi sobrinita nació hace tres semanas y su llegada me recordó la emoción que sentí a los cinco años cuando nació mi hermanita, la madre de la bebé. Desde aquél entonces que no me había entusiasmado con la llegada de un bebé.

Ayer sostuve la cabeza de mi sobrina en mi mano. Me resultó increíble creer que hace veintiséis años vi a una nena igual de pequeñita por la que prometí al cielo (era la época en la que aún creía en dios) que la cuidaría siempre y la protegería de todo.

Es usual que los hermanos mayores sientan celos de la llegada de un nuevo hermano a la familia. Sin embargo, y no es por dármela de humilde, yo lejos de sentir celos por mi hermanita, sentí una inmensa felicidad y responsabilidad como hermana mayor de cuidarla y enseñarle cosas que mis padres no podrían. Ella lo entendió así, al grado que cuando cruzábamos la calle, mi hermana me daba la mano a mí en vez de a mi mamá, y no es porque mi madre fuera irresponsable, todo lo contrario, pero mi pequeña sabía que estaba ahí para ella.

Pero...

Cinco años de diferencia son muchos, y a la larga nos separamos. La misma hermanita que quería vestirse igual a mí, me llegó a desconocer y a criticarme a mis espaldas con sus amigos.

"Mi hermana está loca"- eso la oí decir un día a un novio que tenía en turno.

Durante muchos años me distancié de ella, dolida por cómo se expresaba de mí, pero viendo la realidad desde una perspectiva más calmada, la entiendo ahora. Yo era una chica depresiva y amargada que se la vivía encerrada en su recámara escuchando música clásica y creyéndome protagonista de una novela del siglo XIX. No sólo me distancié de mi hermana, sino del mundo entero. De pequeña prometí cuidarla y cuando me volví una adolescente inadaptada, la abandoné, ensimismándome en pedos que no existían.


Ahora mi hermana tuvo a una bebé hermosa, tan hermosa como era ella cuando la vi nacer. Me recordó lo mucho que la había disfrutado y que esa promesa de cuidarla sigue viva en mi corazón.

¿Mi hermana sigue pensando que estoy loca? Sí, pero nos reímos juntas de ello.

Si ella me dio la espalda hace tiempo fue porque yo se la di primero, al abandonar nuestros juegos, al aburrirme con su compañía y preferir estar con los mayores. Pero sobre todo, ella me resintió por aquel día en Veracruz en que ella estaba muy pequeña y confiaba en nosotros, pero sobre todo, ella confiaba que estando cerca de mí nada le pasaría.
¿Y qué pasó?
Yo me puse a jugar pendejadas con una amiga que me había acompañado al viaje. Mis papás se quedaron platicando con los papás de mi amiga y mi hermano estaba jugando con las olas, ¿y mi pequeña? La dejamos sola, nadie la vio desparecer. Cuando nos dimos cuenta que no estaba, pensé mil cosas, que el mar se la había tragado, que la habían robado (era tan bonita que de seguro una familia se la llevó). Al cabo de unos treinta minutos ella apareció llorando. Había tenido hambre y como nadie de nosotros la peló se fue sola a la palapa donde habíamos estado comiendo y de regreso se perdió.

A partir de ese día, mi hermana ya no me daba la mano al cruzar la calle. Ustedes dirán que ella era responsabilidad de mis padres, pero yo había jurado a lado de su cunita que siempre la cuidaría y no lo hice.

En la adolescencia cinco años son muchos, pero ya en la adultez, la distancia que me separaba de mi hermana se ha ido reduciendo poco a poco. Sin embargo ayer la recordé pequeña, con su cabello chinito y su mirada buscándome en los recreos de la escuela.

Como ya se habrán dado cuenta ando muy sentimental por el nacimiento de mi sobrina. Yo era la primera en burlarme de frases como "un bebé es la alegría de la casa". Se me hacía digno de ñoras -bebe- café de Sanborns, Pero esta pequeñita me hizo recordar que las promesas de una niña de cinco años, son más fuertes y resistentes que el mero lazo sanguíneo.

3 comentarios:

Craneo Rojo dijo...

Apenas hace una semana platicaba con mi hermana que es 6 años menor que yo y me decia que siempre penso que yo tenia todas las respuestas, porque 6 años eran muchos.

Ahora que ya somos adultos ambos, compartimos cosas que de niños hubiesen sido impensables, pero ahora, 6 años no parecen tantos . . .

Anónimo dijo...

Lo mismo con mi hermana mayor, con 8 años de diferencia los cuales hasta ahora me parecían abismales. Ahora que crecimos, veo que es igual de inmadura que yo, y nos entendemos.
Por otro lado... A mi me da cosita tambiéb agarrar a un bebé... Soy tan descuidada y torpe que siento que se romperá a penas lo toque.

MIN... dijo...

Pues yo tengo una hermanita adolescente a la que le llevo 11 años y que me ve como su modelo a seguir. Sin embargo, me cuesta mas trabajo corregirla de todas las burradas que hace porque en su momento yo las hice y es dificil decirle "no hagas"...

Felicidades por la sobrina!!!