martes, 27 de octubre de 2009

Males necesarios

Hay cosas en esta vida que no logro comprender. Sé que existen, pero me rehúso a racionalizarlas. Así como sé que por ahí abundan los coprofílicos y no los entiendo, así como sé del holocausto y no logro comprenderlo, de la misma manera no puedo aceptar que haya doctores que le hurguen a una por ahí. ¡Putos ginecólogos!



Estoy consciente del papiloma, y del cáncer cervicouterino...fiddle dee dee... Pero me cagan los ginecólogos hombres. No es por naca, sino que mis experiencias con ginecólogos varones han sido nefastas, y todoooos recomendados. -¡Ay! te voy a llevar con mi doctor. Es súper lindo. Eso te dicen TODAS, fíjense bien y notarán que al referiste a su colólogo, siempre dicen que es lindo. Linda una nena con cabellos de oro, lindo un perrito cachorrito que se cae en todas partes, lindo el atardecer en Bombay, ¿Pero un tipo que te rasca por ahí? NO.



Ésta es mi historia:


Corría el año cero, yo tenía 19 añitos. Era moza aún, o sea doncella inmaculada. Aún no debía preocuparme por menesteres abajeños. Al menos eso creía. ¿Alguna vez recibieron un correo que dice que nunca te pongas la ropa interior recién comprada sin lavarla antes? Yo lo recibí demasiado tarde. De hecho a esa edad ni siquiera sabía de la existencia de hotmail. Así que nadie me dijo que lavara mis calzones antes de usarlos. Tal vez esta medida suena exagerada, pero piensen un momento. Piensen en lo que yo no pensé al momento de estrenar ropita interior. A la de a huevo, en la sección de prendas femeninas, siempre está merodeando más de un pinche viejo panzón agarrando calzones. Entonces sus manos puercas tocan la prenda, y eso te puede ocasionar una infección. Y eso fue lo que me sucedió.

Mi madre me dijo: "conozco un doctor que está muy cerca de la casa, vamos con él"

Fuimos con él.

El doctor le pidió a mi madre retirarse porque me iba a hacer preguntas muy personales. Mi madre se tuvo que salir y yo me quedé sola con el viejo verrugoso.
Doctor: A ver, siéntate aquí - me dijo señalando la mesa de tortura de toda mujer. - mmm hay una pequeña infeccioncita pero se ve que no es por trasmisión sexual. Por cierto, ¿ qué edad tiene?

Yo: Diecinueve.

Doctor: ¿y ya ha tenido relaciones?

Yo: No.

Doctor: (con los ojos desorbitados) No, no no no, no puede ser¿¿¿ a ver???(asomándose) (haciendo voz del Resortes) Uyyyyyyy, una señorita, que caray. Esto no se ve todos los días.

No quiero relatar lo que sigue, porque lo que sigue no es ni remotamente cercano a lo que me hubiera gustado. Me hubiera gustado rajarle la madre a ese hijo de puta. Pero no lo hice.

Pensé que tal vez había tenido mala suerte con el doctor, que de seguro había otros más sensibles y humanos para estos asuntos. Pero durante años me negué a visitar a uno, hasta que cumplí una edad avanzada en la que ya tenía que hacerme revisiones. Una amiga me recomentó su doctor. Otro doctor lindísimo.

El doctor que mi amiga me recomendó era muy muy muy muy muy muy muy viejo y además cubano, era como ver al Sr. Burns doblado por Andy García.

Doctor: Antes que nada quiero preguntarte una cosa...( me dijo mientras me mostraba un aparato alienígena) ¿ Tienes novio?

Yo: Sí.

Doctor: ¿Y ustedes van bien?

Yo: Más o menos (se trataba de un ex con el que tuve infinidad de pedos)

Doctor: ¿Y supongo que tienen relaciones?

Yo: Sí

Doctor: ¿Y usan preservativo?

Yo: Sí


[Abro corchete] Hasta aquí la conversación con el doctor era esencialmente profesional. Sus preguntas estaban dentro de los cánones de la medicina. Y justo cuando creía que no habría malas experiencias pasó lo siguiente:

Doctor: ¿Y cuando tienes relaciones con tu novio, mojas rico? ¿Te hace mojar así rico mami? (lean esto con acento cubano, por favor)


Mi encabronamiento fue tal, que me levante de la mesa de tortura y le dije al pinche doctor: “Doctor es usted muy pinche”. Tambien le dije que no abusara de su posición para faltarme al respeto. Le dije que esa pregunta estaba fuera de lugar. Me largué con un pinche coraje entripado.

He de ser honesta y reconocer que no es exclusivo de los ginecólogos chingar la madre, también me he topado con doctores que te regañan por todo. También son cagantes los médicos que te revisan una tos y te la arman de pedo porque fumas.

Doctor: Claro, esa tos es porque fumas, te vas a morir pronto. El cigarro mata.

Paciente: Disculpe doctor, pero yo conozco mis toses, y sé que ésta no es del cigarro.

Doctor: Sí, es del cigarro, tienes los pulmones destrozados.

Paciente: ¿No necesitaría hacer una radiografía primero para llegar a esa conclusión?




En fin... Ir al doctor es un mal necesario. Finalmente encontré una doctora con la que me siento bien, pero aún así, esas visitas al ginecólogo me hacen desear que la reproducción humana fuera por bipartición.



La mitosis es más sencilla

lunes, 5 de octubre de 2009

Aquellas pequeñas cosas

Las cosas pequeñas tienen escrito en el alma ese gran letrero de "cuidado: frágil". Cuando estoy cargando a un bebe parece que llevo en las manos un explosivo de alto riesgo y que debe ser manejado con toda la precaución. No sé por qué, pero siempre me ha dado miedo cargar bebes. Miedo a que se me resbalen y los mate. Y es que los bebes entran en esa categoría de cosas chiquitas que exigen el cuidado de todos quienes componen su universo.

Mi sobrinita nació hace tres semanas y su llegada me recordó la emoción que sentí a los cinco años cuando nació mi hermanita, la madre de la bebé. Desde aquél entonces que no me había entusiasmado con la llegada de un bebé.

Ayer sostuve la cabeza de mi sobrina en mi mano. Me resultó increíble creer que hace veintiséis años vi a una nena igual de pequeñita por la que prometí al cielo (era la época en la que aún creía en dios) que la cuidaría siempre y la protegería de todo.

Es usual que los hermanos mayores sientan celos de la llegada de un nuevo hermano a la familia. Sin embargo, y no es por dármela de humilde, yo lejos de sentir celos por mi hermanita, sentí una inmensa felicidad y responsabilidad como hermana mayor de cuidarla y enseñarle cosas que mis padres no podrían. Ella lo entendió así, al grado que cuando cruzábamos la calle, mi hermana me daba la mano a mí en vez de a mi mamá, y no es porque mi madre fuera irresponsable, todo lo contrario, pero mi pequeña sabía que estaba ahí para ella.

Pero...

Cinco años de diferencia son muchos, y a la larga nos separamos. La misma hermanita que quería vestirse igual a mí, me llegó a desconocer y a criticarme a mis espaldas con sus amigos.

"Mi hermana está loca"- eso la oí decir un día a un novio que tenía en turno.

Durante muchos años me distancié de ella, dolida por cómo se expresaba de mí, pero viendo la realidad desde una perspectiva más calmada, la entiendo ahora. Yo era una chica depresiva y amargada que se la vivía encerrada en su recámara escuchando música clásica y creyéndome protagonista de una novela del siglo XIX. No sólo me distancié de mi hermana, sino del mundo entero. De pequeña prometí cuidarla y cuando me volví una adolescente inadaptada, la abandoné, ensimismándome en pedos que no existían.


Ahora mi hermana tuvo a una bebé hermosa, tan hermosa como era ella cuando la vi nacer. Me recordó lo mucho que la había disfrutado y que esa promesa de cuidarla sigue viva en mi corazón.

¿Mi hermana sigue pensando que estoy loca? Sí, pero nos reímos juntas de ello.

Si ella me dio la espalda hace tiempo fue porque yo se la di primero, al abandonar nuestros juegos, al aburrirme con su compañía y preferir estar con los mayores. Pero sobre todo, ella me resintió por aquel día en Veracruz en que ella estaba muy pequeña y confiaba en nosotros, pero sobre todo, ella confiaba que estando cerca de mí nada le pasaría.
¿Y qué pasó?
Yo me puse a jugar pendejadas con una amiga que me había acompañado al viaje. Mis papás se quedaron platicando con los papás de mi amiga y mi hermano estaba jugando con las olas, ¿y mi pequeña? La dejamos sola, nadie la vio desparecer. Cuando nos dimos cuenta que no estaba, pensé mil cosas, que el mar se la había tragado, que la habían robado (era tan bonita que de seguro una familia se la llevó). Al cabo de unos treinta minutos ella apareció llorando. Había tenido hambre y como nadie de nosotros la peló se fue sola a la palapa donde habíamos estado comiendo y de regreso se perdió.

A partir de ese día, mi hermana ya no me daba la mano al cruzar la calle. Ustedes dirán que ella era responsabilidad de mis padres, pero yo había jurado a lado de su cunita que siempre la cuidaría y no lo hice.

En la adolescencia cinco años son muchos, pero ya en la adultez, la distancia que me separaba de mi hermana se ha ido reduciendo poco a poco. Sin embargo ayer la recordé pequeña, con su cabello chinito y su mirada buscándome en los recreos de la escuela.

Como ya se habrán dado cuenta ando muy sentimental por el nacimiento de mi sobrina. Yo era la primera en burlarme de frases como "un bebé es la alegría de la casa". Se me hacía digno de ñoras -bebe- café de Sanborns, Pero esta pequeñita me hizo recordar que las promesas de una niña de cinco años, son más fuertes y resistentes que el mero lazo sanguíneo.